lunes, 7 de julio de 2008

Showbread - Especial: Anorexia - 9. The Death


LA MUERTE

13Anorexia había completado su torre. Puso las últimas piedras en su lugar y lentamente, determinada, entró en el centro de la torre. Cerrando sus ojos por anticipación, su armazón temblaba intensamente, añorando conmovedoramente como nunca antes, levantó su rostro y respiró profundamente. Finalmente estaba ahí, por fin a su alcance, la realización, el gozo de la finalización. 1Por mucho tiempo trabajó duro día y noche, con fervor y determinación que ahora por fin serían recompensados. El momento la atrapó, levantando los brazos hacia sus lados, esperando, cada fibra de su ser esta lista para este momento exacto que desde siempre había estado destinada a alcanzar.

0:48 Y luego, nada.

1:26 Nada vino. 20Una horrible, vacía nada. Cerró sus puños y empezó a agitarlos. Alzándolos en el aire, en el cielo, agarrando algo y no siendo conciente de nada. 20Una angustia iba hinchándose lentamente en su interior, lagrimas corrían por su rostro. Sus débiles piernas renunciaron a su soporte y cayeron en la superficie de piedra de la torre con manos vacías. 8Desesperadamente examinó sus manos otra vez, tal vez había olvidado algo, tal vez había sido impaciente, esperó, llorando en silencio.

2:43 Así como comenzó a llegar el anochecer, el entumecimiento llegó a Anorexia. 5Demasiado débil para pararse, se droga hacia el precipicio de su maravillosa torre, una ciega resolución en su corazón, una necesidad de sentir otra vez, poner la vista en el trabajo que había hecho y recordar algo, cualquier cosa.

3:21 23Alcanzando el borde, miró sobre el margen, pero donde se había preparado para encontrar una mounstrosa distancia separándola del suelo, de la mugre, encontró que su torre no era nada mas que una llana cama de piedra, meras pulgadas sobre la tierra. 27:45-46

6“ALLÍ ESTOY”
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La muerte


Cuando era un bebé podía cerrar el mundo en unos gruesos guantes rosados.
Ahora el mundo despelleja las manos del infante y los huesos chorrean en su saliva.
Cuando era pequeño llegué muy alto y agarré la estrella de la mañana.
Ahora el ajenjo se vuelca sobre mi y quiebra todas mis partes.
Cuando era un niño mis huesos se desplegaban como vivas plumas de pavo real.
Ahora las plumas se marchitan como furúnculos cancerosos dejando poros curvados en mi piel.
Cuando era de edad vi una puerta bien abierta y un camino muy ancho para ser tomado.
Pero el camino hacia todo condujo a un acantilado donde me extendí desnudo y dolorido.

Ahora que soy viejo veo la luz y veo que nunca estuvo allí.
Todo conduce a nada, a ninguna parte, y ni me importa.

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